Es difícil crear una obra en artesanía sin que intervenga el elemento adición. Entiéndase bien. Todo lo que creamos lo hacemos pensando en un fin estético. Para lograrlo nos inspiramos en determinada idea tomando en cuenta nuestra propia realidad. El artesano, como cualquier otro trabajador del arte y la cultura es un esclavo de la espontaneidad. Aunque en el plano teórico esto huela a retórica, no lo es. El artista no es un objeto en la búsqueda de los elementos a utilizar. Más bien, expresa su sentimiento apacible de compasión con el objeto de imprimir una tibia armoniosa a su creación. Y esto se logra a través de una combinación de elementos variados en cantidad inimaginable. Un creativo podría pasarse la vida adicionando elementos a su obra para nunca acabar. Esto se aprecia por la cantidad y calidad de los de recursos existentes en su naturaleza. La variedad y la cantidad son infinitas. Sobre el color, que es el principal recurso, hablaremos en otro 
artículo. Yo diría, a manera de convencimiento, que si una obra pudiera presentarse desnuda ante la mirada pública, no llevaría el mismo mensaje en términos sociales que observaría ante la presencia fría de la intimidad. El color da vida y fuerza. Los elementos formativos que hacen detalles fructifican la materia y esparcen aliento al más despiadado. Madera y metal. Lienzo y concha. Pieles y cuero endurecidos por el golpe de la paleta y el cincel. La herramienta torcida y retorcida. Los viejos utensilios y la resaca de los objetos que se diluyen a la orilla del mar. Los huesos, escamas y los fósiles, son aromas de una inclinación hacia lo sobrenatural. Hacer de la chatarra una habitación del arte no 
es un reciclaje. ¡No! Hasta pensarlo sería un sacrilegio. Más bien sería un acto de bondad a la adición. El artista adiciona a su cuerpo una protección que le exige el medio. Pretensioso y dichoso se creería un ser feliz. Pero viviría sin identidad. Si no adiciona a su ser el elemento de transformación caminaría debajo de brazo con un título ilegal de propiedad y no sería dueño de su propio destino. Sin adición la operación matemática carece de combinación porque sería incapaz de juntar dos elementos para formar una cantidad determinada. Lo mismo sucede con la adición. Si no hay acción se pierde automáticamente la razón de ser de los términos formales que dan vida a la adición a través de la suma.