No es raro observar a nuestros artesanos de talleres recorrer esas calles de Dios en procura de unos cuantos pesos para la subsistencia. Muchos caminan cabizbajos, con mochilas y fundas en sus manos ofreciendo su mercancía al mejor postor. Luego de un infructuoso recorrido no les queda otra alternativa que dejar el producto a crédito, o en el peor de los casos, ofrecerlo a precio de oportunidad. A decir verdad, el artesano es el que recibe menor ingreso en la escala de producción. Su esfuerzo no conlleva jamás una justa compensación por su talento y habilidad para transformar la materia en obra de arte. El gran ganador es el casillero, el buhonero, el tendero y el expositor. Mientras las personas que activan este comercio se llevan la mejor parte, los pequeños productores y trabajadores artesanales tienen que conformar con los huesos. Es por eso que este hacedor de belleza vive sumido en la más espantosa miseria, una situación que contrasta notoriamente con la bonanza de los intermediarios. Insisto en que hay que proteger esta faena artística. Preservando su actividad, el sentido creador del artesano se manifiesta, provocando una mayor expansión de identidad. Lo demás vendrá por añadidura.
Quienes hemos tenido que “guayar la yuca” en estos menesteres, sabemos lo que decimos. No es lo mismo el tráfago cotidiano que implica la fabricación de artesanías, que estar rodeado de un ambiente apacible detrás de un mostrador en una tienda de lujo. Día tras día, nuestros artesanos van trazando el camino hacia un mejor futuro. Somos una fuerza de primer orden en materia de creatividad. Tenemos un montón de talento en nuestro cerebro y somos capaces de mover el mundo si conseguimos un punto de apoyo. Sí, somos rebeldes. Una rebeldía que nace de nuestras aspiraciones en la escala de las oportunidades. Sin un estímulo perdemos la concentración. Sin concentración merma nuestra creatividad. Sin creatividad perdemos el talento. Sin talento jamás nos abocaríamos a la fabricación. Sin la misma nunca podríamos llegar a los mercados. Sin política de mercado tampoco habría producto, por lo que sin producto no habría mercado, por lo que el beneficio económico sería un mito. Es tiempo de actuar. La suerte está echada y las personas responsables de crear un espacio digno para nuestros artesanos tienen la oportunidad de hacerlo.
Me preocupa como se escapa nuestra identidad. La forma reiterada de transculturización va socavando nuestras costumbres, debido a que los elementos foráneos van imponiendo su presencia en un espacio que sustituye las tradiciones que debemos conservar.
viernes, 12 de septiembre de 2008
SENTIDO ESPIRITUAL DE LA ARTESANIA
Por simple o compleja que parezca una artesanía, es un error apreciarla por su sencillez al compararla con otra más atractiva por su acaba...
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No me cansaré de repetir el peligro que representa la ausencia de controles sobre aquellos elementos que perturban nuestra forma de ser. ...
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Todo lo que existe en el mundo, incluso lo que es espíritu y esencia, está conformado por un diseño. Es decir, que la artesanía como materia...
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