El artesano, a diferencia del artista plástico, percibe el mundo de una forma natural y diferente. El artista del pincel y la paleta debe emplearse a fondo para plasmar su obra. Por qué hago esta comparación entre estos dos tipos de trabajadores del arte. Para abundar en este concepto es propicio hacer aclaraciones. El sentido creador del artesano es el mismo que refleja cualquier hacedor de belleza y que es capaz de producir goce estético. Qué sucede cuando el artesano toma en su mano la materia cruda y la transforma en una obra. Ahora, cómo reacciona el artista plástico ante un lienzo que deberá provocar todo un mundo de pasión repleto de energía visual. Si yo estuviese frente a un artista plástico, talvez se sonrojaría por la comparación, debido a que el artesano no es considerado un artista. Pero volvamos al tema. Cuando el artesano toma la materia en su mano y la observa con detenimiento entonces es cuando comienza a funcionar su sentido creador. Todo sucede tan rápido que es imposible predecir la potencialidad que provoca la creatividad.
El artesano no trabaja por evasión y menos por encargo. Su costumbre es el desempeño de la vida humana. Carente de espacio, en ocasiones trabaja al vuelo y en lugares desesperados. Si en verdad su talento no es tan cotizado, no menos cierto es que su presencia parece interponerse ante el confuso sentimiento que provoca su espontaneidad psicológica El sentido creador del artesano está manifiesto en la cantidad en la rusticidad de sus elementos. La forma apresurada en que da vida a sus aciertos. Muchas veces se desempeña en formatos sociales inadecuados y carentes de solidaridad. Esa misma rutina lo valora y saca de su adentro todo el poder inimaginable que irremisiblemente de fuerza a su originalidad. No es lo mism
o el nivel que resiste el cálculo en un acogedor ambiente de confortable estancia. El artista plástico elabora su diseño y pacientemente estructura lo que ha de ser idea convertida en pintura. Esto lo beneficia y lo sostiene. Esto lo mantiene y lo sostiene erguido en el escalafón de la prosperidad. Esto no sucede al artesano, que observa y ejecuta a la vez en una algarabía de sentimientos y frustraciones que a la vez se convierten en el sentido creador.
Solo digo a mis lectores “que vivimos en un tiempo que muchos creen ser los únicos y calificados para teorizar y establecer conceptos formales sobre cualquier materia sobre un tema que ellos catalogan, para otros, vedado”.
