El diseño en artesanía es la etapa más vulnerable en la línea de producción. Crear belleza a través de la forma es un tanto arriesgado al menos que se tenga un equilibrio de sensatez visual. El diseño no lo es todo, pero sí es la parte más atractiva y elemental del proceso, por lo que es conveniente mantener un flujo de espontaneidad en la conformación de cada pieza. La estética, que trata todo lo relativo a la percepción que tengamos de lo atractivo que resulte la esencia de la materia, adquiere su mayor esplendor donde el espacio, la funcionalidad y el criterio se unen para crear belleza. A nadie le gustaría exhibir un pedazo de materia prendida de las orejas por precioso que sea el metal o andar cubierto en cordobán, badana o tela rústica sin antes ser procesada en base a un diseño que reúna los elementos y condiciones elementales apropiadas. Así también
sucede que a nadie se le ocurriría exhibir un madero sin tallar o una piedra que no sea esculpida. Porque el diseño está en todo y forma parte de nuestra propia existencia, ya que el diseño no es una actividad exclusiva del hombre. La naturaleza que es madre y maestra de la transformación de la materia a través del tiempo y el espacio, nos da muestra de su “talento”. Todo es expectativa en razón del genio que hayamos creado en nuestra mente. La vida misma es una obra de arte independientemente de sus transformaciones divinas filosóficas. Aunque mi especialidad es el diseño de piezas hechas en cuero y suela, el concepto de diseño es universal. Para producir diseños en artesanía no necesariamente hay que ser superdotado. El sentido común es pieza básica en el desarrollo del diseño por simple que este parezca. A medida que avanza el proceso de fabricación surge de lo más recóndito del cerebro la parte creativa que da fuerza a los detalles que en materia de estética da fuerza al trabajo final. Lo contrario y que marca la gran diferencia lo podemos notar en el proceso repetitivo del artesano común. Su actividad podría resultar exitosa en la escala económica de la producción, pero jamás presentarse decente en materia de creatividad como lo hace la artesanía de identidad, que plasma de manera descomunal un torrente de ideas que calan con sobrada libertad la mente y el corazón de quienes
están formados culturalmente para reconocer y apreciar en libertad el desprendimiento del más noble y espontáneo de todos artistas: el artesano. Aclaro. No estoy, dios me libre, insinuando la ley de la negación, por el contrario, el arte y los artistas son parte de un todo que implica, sobremanera, el respeto intrínseco hacia sus hacedores, que como ángeles guardianes de la belleza, cubren y protegen celosamente el fruto de su intelecto.
